martes, 27 de noviembre de 2007

El bibliotecario


Desde que hay bibliotecas hay bibliotecario, Pero la carrera de bibliotecario existe, desde hace muy poco tiempo, solamente en los Estados Unidos de América, Méjico y Europa.

En nuestro país, son generalmente poco consideradas, y menos aun, los que en ella trabajan: los bibliotecarios.

El que lo es, tiene casi siempre, además, otra ocupación, a la que le asigna mayor importancia, e insistirá que es ingeniero, abogado o profesor, pero nunca, en que es bibliotecario, lo que en esta parte del mundo no tiene significación.

En realidad debería considerarse el ser bibliotecario, profesión tan honrosa como otra cualquiera, por que indudablemente, se necesita para ello, tantos y aun mas conocimientos, muchos estudios y mucha abnegación, para cumplir bien con las exigencias del empleo. El trabajo de un bibliotecario es una ciencia y su labor no se reduce a meras funciones administrativas que hay que desempeñar mas o menos bien.

El vulgo se imagina, probablemente, que un bibliotecario nada tiene que hacer, fuera de hojear libros elegidos, según su gusto o debilidades, de entre los millares de volúmenes de la biblioteca. Se piensa en que es el empleo mas cómodo, que el poner un libro al alcance del público es un trabajo reducido y limitado, que puede hacer cualquier persona. Existe la idea, sin concretar, que puede ser necesaria la ayuda de un maestro, que aconseje una obra, pero, ¡ a quién se le ocurre exigir en una biblioteca, a efectos de su buen funcionamiento, una persona especializada en la materia¡

En las escuelas, se pide personal capacitado que haya demostrado conocimientos, después de los estudios, por medio de exámenes. Las bibliotecas son complementos del colegio, factor indispensable al progreso de la cultura alcanzada en él, pero; a pesar de ello, no ha arraigado la idea de que contar con estudios convenientes, y exámenes, se pueden alcanzar excelentes resultados, obteniendo la idoneidad necesaria en el bibliotecario, cultivando su vocación para la carrera, encariñándolo con ella.

En los países en que las bibliotecas han alcanzado un máximo de perfeccionamiento como en Norteamérica y Europa estas instituciones disponen de personal especializado, y dedicado por entero a la biblioteconomía, y ciencias afines.

Que en la bibliotecas hay muchos trabajos fáciles, que se pueden ejecutar "sin training" alguno, no hay que dudarlo, ya que otro tanto sucede en todo oficio y profesión.

Pero resultados concretos, éxitos verdaderos, no se pueden obtener nunca, sin la instrucción y preparación de aquellos que deben intervenir, aunque solo indirectamente, en la educación del pueblo, o cuando esta enseñanza queda librada a la casualidad.

Los bibliotecarios prestan grandes servicios al Estado, dan su apoyo intelectual a cada ciudadano, resultan tan indispensables, como los maestros mismos. La persona que debe servir de intermediario entre la actividad espiritual y la comunidad, llena una función positiva y trascendental, deben exigírsele por consiguiente cualidades excepcionales y conocimientos superiores.

No se trata, como se supone muchas veces, en el primer momento, de comprar libros, es necesario hacerlos vivientes, atractivos, interesantes, a fin de que sean un incentivo para el público.

Y para servir a una finalidad tan elevada, para cumplir un propósito tan loable, y eminentemente social, se necesita algo más, que ordenar la compra de libros. Preciso es despertar el interés público, para que la biblioteca sea considerada como un bien propio de cada uno, que pueden disfrutar todos sin mayores dificultades, que atiende deseos tan variados como el del obrero y el del profesor, del estudiante y del hombre de negocios, tanto del deportista como del pinto, que deben encontrar en ella siempre el dato buscado, la indicación anhelada, el antecedente que necesitaban.

Muchas veces se encuentran libros todavía desconocidos, cuando se creía agotada, ya, toda la bibliografía de una materia o de un tema. Así, poco a poco, la biblioteca conquistará el lugar que le corresponde, satisfaciendo el deseo de saber e instruirse, o el de entretenerse tan solo en forma amena.

El bibliotecario debe llenar este fin sirviendo a los lectores, indicando de que riquezas olvidadas dispone su biblioteca, que obra puede sustituir fácilmente a otra; debe dar su apoyo, tanto al estudiante como al sabio, debe esmerarse mas aun, cuando trata con un hombre del pueblo, a quien debe guiar e iniciar en las primeras lecturas y estudios. El bibliotecario solamente podrá cumplir su deber, teniendo conocimientos especiales para esta delicada función, entonces será un auxiliar precioso y estimable en todo sentido.

Con medios exiguos, generalmente, el bibliotecario tiene que satisfacer todos los intereses y las exigencias de muchos, brindar espontáneamente el público algo nuevo, para cautivarlo, y ha de alentar continuamente a los lectores. Esta preocupación constante que tiene para con los visitantes de la biblioteca, nunca podrá ser apreciada bastante por ellos, que creen, tantas veces, que no hace otra cosa que leer libros, y de éstos, los de su agrado. Nadie sabe la resignación necesaria al bibliotecario que casi siempre puede leer solamente los títulos de los libros, o una crítica resumida de los mismos, pero pocas veces el libro, tal como lo tiene cien veces en la mano, para darlo a otros.

Existe el consuelo de la idea que llegará el día en que pueda disponer del tiempo necesario para leerlo, pero.... cuando?

Se exige de él que sea una enciclopedia viviente, debe saber todo lo referente a la literatura, y al mismo tiempo algo de sociología, de economía política y medicina! Y si le preguntan sus lectores sobre asuntos de periodismo, sobre cuestiones de estética, sobre hechos históricos? Que malparado quedaría el bibliotecario si no pudiera contestar con cierta autoridad, si tuviera que confesar que no conoce suficientemente las materia para dar consejos! Pero el lector, los concurrentes a una biblioteca, conocen acaso las distintas materias a fondo, tan siquiera de su especialidad? ¡No!

Sin embargo al bibliotecario, si se le exigen esos conocimientos, y el tiene una ayuda eficaz en los catálogos, y debe tener la práctica y experiencia necesaria para cooperar rápidamente en las búsquedas de los lectores. Los catálogos que el ha hecho, son un refugio valioso, le permiten dar, sin pérdida de tiempo, la contestación clara y precisa a una pregunta.

Los trabajos de catalogar y fichar, nunca terminan, en ninguna biblioteca, siempre se presentan nuevos problemas, debido a las necesidades de los distintos lectores. Nadie, como el bibliotecario, debe tener los conocimientos superficiales de la vida diaria, y una intuición previsora, al mismo tiempo. Su saber debe comprender los idiomas y las publicaciones de todos los países, de todos los tiempos.

Así, la actuación del bibliotecario es una fuente inagotable para la cooperación con los lectores, para ayudarlos, y si bien su función parece tan sencilla y modesta, a quienes no se dan cuenta de las exigencias que trae consigo su labor, en el círculo de su actuación, que no está a la vista del público, es la mas variada de todas, las mas amplia, que ofrece tantos tópicos distintos!

El trabajo intenso en una biblioteca no puede llevarse a cabo, con buen resultado, sin la maquinaria y técnica moderna de la biblioteconomía. La economía del trabajo, enseñarla y difundirla, es un deber primordial del bibliotecario. El manejo incesante de fichas y otras organizaciones internas producto de invención de un bibliotecario, y no del comercio, que tan solo las ha adoptado - y no vice versa - exige una consagración completa, regular y metódica, cien manejos tienen que hacerse cien veces maquinalmente en la misma forma, porque cada negligencia y cada olvido, cada pérdida de tiempo, cada confusión, implica consecuencias funestas, casi irreparables, en la buena marcha de una biblioteca. Y el bibliotecario debe ser el alma y la fuerza motriz de esta máquina, que le da vida, que nunca debe hacer dificultades formales a sus lectores, que deberá salvar todas las surjan, que siempre debe estar a la disposición de todos y de cada uno, por que el lema de los bibliotecarios del mundo entero es: "ich dien" (yo sirvo).


HÄNNY SIMONS


El presente artículo se publicó por vez primera en el diario El Argentino, mayo 20 de 1926. Años mas tarde la autora lo incluiría en su obra: Bibliotecas y bibliotecarios ; prólogo de Nicolás Besio Moreno. - La Plata : Olivieri y Dominguez, 1932, p. 63-68; de allí lo hemos tomado.

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